¿La ley del más fuerte, sólo en Doñana?

https://elpais.com/clima-y-medio-ambiente/2023-03-15/donana-y-la-ley-del-mas-fuerte.html (*)

Lo que tan certera, ecuánime y de manera fundamentada describe mi compañero Eloy Revilla para Doñana en el artículo vinculado es exactamente lo mismo que está ocurriendo en todas partes, sean paisajes emblemáticos o no. El nuestro es un mundo que no solo desaparece, sino que literalmente se autofagocita, en el que no solo se extingue una forma de existir y relacionarse con el entorno, sino que ésta es machacada, barrida, eliminada por la fuerza, tanto por la física como por la ideológica.

Todo el que sabe algo sobre el funcionamiento de los sistemas físicos complejos sabe hacia dónde nos dirigimos, en un vórtice imparable. Por más que no queramos aceptarlo (https://www.uclm.es/global/promotores/organos%20de%20gobierno/vicerrectorado%20de%20investigacion%20y%20politica%20cientifica/novedades/uclmdivulga/the%20conversation/tces-04-06-2019).

(*) Texto completo del artículo, para quienes no pueden acceder:

Doñana y la ley del más fuerte

Escribo estas líneas para desahogarme como ciudadano pasmado por la realidad que día a día nos atropella. Podría hacerlo de manera más técnica, como responsable de la Estación Biológica de Doñana, el centro de investigación del CSIC que, junto con otros actores, consiguieron proteger Doñana a mediados del siglo pasado. Sin embargo, me voy a limitar a mis sensaciones y sentimientos.

La Doñana de hoy es muy distinta de la de principios del siglo XX. Tras décadas de intensa actividad para desecarla y ponerla en cultivo, ya solo nos queda un tercio de lo que fue. Hoy en día, la presión que ejerce nuestra actividad fuera del espacio protegido es tan fuerte que estamos perdiendo a gran velocidad hábitats tan emblemáticos como las lagunas, que se contaban por miles, a las aves acuáticas, que acudían a centenares de miles a pasar el invierno o a reproducirse, o monumentos naturales tan valiosos como los centenarios alcornoques que están muriendo a decenas, víctimas de la falta de agua. Doñana está pasando un punto de no retorno que hará que la Doñana del futuro ya no sea la que, en su día, intentamos conservar. Tristeza.

Me entero por la prensa, como cualquier ciudadano de a pie, de que, de nuevo, una proposición de Ley en el Parlamento de Andalucía pretende ampliar la superficie de regadío legalizado modificando el Plan Especial de ordenación de las zonas de regadío ubicadas al norte de la corona forestal de Doñana, conocido popularmente como Plan de la Fresa, y la Ley Forestal de Andalucía. Aún me sorprende que pasen estas cosas.

El Plan de la Fresa, aprobado en 2014 tras siete años de compleja tramitación, intentaba poner orden a dos décadas de expansión desordenada de cultivos intensivos bajo plástico, en las que miles de hectáreas se pusieron en cultivo, muchas de ellas sin los permisos necesarios, ocupando terrenos forestales y en muchos casos robando con fines privados un bien público escaso como es el agua. El plan identificaba las áreas cultivadas susceptibles de ser regularizadas por estar dentro de normativa, a las que habría que suministrar aguas superficiales para poder cerrar sus pozos, y marcaba aquellas zonas que no se podían legalizar y deberían ser restauradas a su situación previa.

Estamos en 2023 y aún no se ha ejecutado ese plan que permitiría eliminar la mayor parte del consumo de agua del acuífero. Ahora se pretenden modificar las normas para que la práctica totalidad de las empresas que han estado operando ilegalmente puedan seguir haciéndolo. Esto supone enterrar el trabajo hecho hasta ahora, y un nuevo inicio de todo el procedimiento administrativo. Es evidente que, si ocurre así, dentro de 20 años seguiremos como ahora, a medio camino, pero habiendo perdido parte de lo que hoy nos queda de la antigua Doñana. La filosofía política de ver sólo a corto plazo, de que en cuatro años todos calvos, me llena de desesperanza.

Con el agua el panorama no es nada halagüeño, cada vez hay más demanda y menos agua disponible. Este verano va a ser de aupa, y no solo en Doñana. Ya estamos en primavera meteorológica y de momento las previsiones no nos avisan de un próximo diluvio, que es lo que necesitamos. Si abril no lo remedia, encaramos un verano catastrófico para la agricultura y con restricciones de consumo en numerosas localidades. Es lo que tiene sobreexplotar los acuíferos de los que depende el abastecimiento desde arroyos y fuentes. Miedo.

En las últimas décadas hemos perdido una agricultura tradicional sostenible, donde los olivares eran de secano, se cultivaba entre los árboles y donde el ganado pastaba a finales del verano. Hoy tenemos olivares industriales sin biodiversidad, que han llevado a la quiebra a los tradicionales a base de aumentar la producción y de competir con precios a la baja. Los agricultores ahora se endeudan y trabajan más para intentar ganar lo mismo que antes. La agricultura industrial depende de un agua menguante en superficie por el cambio climático, de un agua subterránea que estamos agotando, y de un petróleo en forma de gasoil y un gas en forma de fertilizantes que antes o después se van a acabar. Angustia.

Es evidente la urgencia de iniciar una reconversión de la demanda de agua para la agricultura, para la industria y para el consumo urbano, incluyendo las decenas de millones de turistas que vienen a España y que también demandan agua. Las restricciones al consumo deberían empezar ya, para que el golpe no sea tan duro y para ir adaptándonos a lo que nos viene. Este año muchos agricultores de la cuenca del Guadalquivir se van a ir a la quiebra. Pesadumbre.

Mientras, en Doñana se engaña a la comarca con falsas promesas que no se van a cumplir por dos motivos: legalmente no se puede y, el más rotundo, no hay agua suficiente. La consecuencia es que todo seguirá igual, seguiremos produciendo fresas hasta que se acabe el agua o ya nadie quiera las fresas españolas, con las consecuencias que eso tendrá para la industria agrícola de la zona. Mientras, habremos perdido el corazón y el alma de Doñana. Todo seguirá igual en un camino de destrucción acelerada. Injusticia.

No tengo la menor duda de que todo el mundo quiere proteger Doñana. La cuestión es qué Doñana queremos conservar, y, aquí, a la vista de los acontecimientos, es evidente que hay opiniones divergentes. Por un lado están los que solo quieren mantener Doñana como un medio de marketing capaz de atraer turistas y dar renombre internacional a una comarca y sus productos y servicios. Por otro lado están los que creen que eso debe ser consecuencia de los valores ambientales intrínsecos que históricamente la han caracterizado. Hagamos lo que hagamos, Doñana va a seguir ahí, aunque quizá sólo como un lugar empobrecido y simplificado, un recuerdo de lo que fue. De nosotros depende.

La mayoría de la gente piensa que la naturaleza es débil, una víctima indefensa ante unas personas que son invencibles. No nos engañemos, la naturaleza es mucho más fuerte que nosotros. Doñana no es más que el canario en la mina que nos avisa de lo que nos viene encima a todos. Antes o después tendremos que cambiar nuestra manera de utilizar la naturaleza para adaptarnos a las condiciones que nos impone. No hay otra opción, dependemos completamente de ella.

Eloy Revilla, Profesor de Investigación del CSIC y director de la Estación Biológica de Doñana CSIC

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El papel de los zoológicos

La periodista y escritora Marisol Sales Giménez me ha entrevistado en relación con el papel de los zoos, que tanto se critican con muy poco conocimiento de causa. Allá van preguntas y respuestas.

1. ¿Podemos considerar a los zoos centros de conservación de la biodiversidad?
Hoy día sí, hablando en términos generales. Los zoos contribuyen, por lo general, a la conservación en tanto que promueven y llevan a cabo planes de cría en cautividad de especies amenazadas, con el fin último de contribuir a la reintroducción de dichas especies en el medio natural. El ejemplo mejor conocido en España es el del lince ibérico, que probablemente se hubiera extinguido ya si no hubiera sido por el Programa de Conservación “ex situ” del lince ibérico (https://www.miteco.gob.es/es/biodiversidad/temas/recursos-geneticos/conservacion-exsitu/ce-exsitu-prog-lince.aspx), desarrollado en el zoo de Jerez. 

2. ¿Cómo afecta a los animales el cautiverio?
Depende de cómo se cuiden. No se puede negar que hay especies que toleran mal las circunstancias de cautividad y sufren depresiones, algunas veces irrecuperables. Hoy en día, sin embargo, en los zoos de prestigio existen equipos de técnicos especializados en bienestar animal, que buscan la manera de evitar esas situaciones; de hecho, existe una normativa europea de buenas prácticas en los zoos, que debería ser respetada siempre (https://ec.europa.eu/environment/nature/pdf/Zoos%20Directive%20Good%20Practices-ES.pdf). En todo caso, es también cierto que para un animal no hay nada mejor que la vida en su hábitat natural. El problema es que los humanos hemos desnaturalizado la mayor parte del planeta e invadido el espacio de muchos otros animales, de manera que en ocasiones el único recurso para poder evitar la extinción es salvaguardando poblaciones en zoos para proceder a la reintroducción cuando se den las circunstancias oportunas, si llegan a darse. 

3. ¿Cómo se eligen las especies que están en los zoos?
Hoy día ya no se eligen, en tanto que no se sale a capturarlas como se hacía ya hace bastantes décadas, salvo en ocasiones muy concretas y porque sea necesario confinar individuos para que no se extinga una especie. Pero desde que se generalizaron los programas de cría ex situ, es decir, en cautividad, entre las décadas de los 60 y los 70 del siglo pasado, prácticamente todos los animales que se observan en los zoos han nacido ya en cautividad. Eso no quiere decir que lo hayan hecho necesariamente en el mismo zoo donde se observan, porque existen protocolos de intercambio de fauna entre instalaciones (generalmente, como medio para evitar la consanguinidad y la pérdida de diversidad genética en los programas de cría). 

4. ¿Cuál es la diferencia formal entre un santuario y un zoo?
El término “santuario” procede del léxico animalista, es decir, es ajeno al ámbito científico, y hace referencia a aquellas instalaciones donde viven animales que se han extraído temporalmente del ámbito silvestre por estar dañados o enfermos y no pueden sobrevivir por si solos en libertad. La finalidad es su recuperación y su liberación posterior. En los llamados santuarios se prima la supervivencia y el buen estado de salud de individuos concretos, mientras que en los zoos se priman más la faceta educativa y, sobre todo, la de la conservación de especies o poblaciones. Mientras que ambos tipos de iniciativa pueden acoger veterinarios, los biólogos de la conservación solo tienen cabida en los zoos. 

José Luis Yela García
Profesor Titular de Zoología y Conservación Biológica
Miembro del Comité Científico para el Catálogo Español de Especies Amenazadas
Universidad de Castilla-La Mancha
FACULTAD DE CIENCIAS AMBIENTALES Y BIOQUÍMICA | Avda. Carlos III, s.n.; Campus Real Fábrica de Armas | 45005 Toledo
Tfno: 925 268 800 | Ext: 5417 | JoseLuis.Yela@uclm.es

La economía de la biodiversidad

“La economía de la biodiversidad”: El informe Dasgupta. Informe final del estudio independiente sobre la economía de la biodiversidad dirigido por el profesor Partha Dasgupta (profesor emérito de la Universidad de Cambridge).

Dasgupta, P. (2021). The economics of biodiversity: the Dasgupta review. HM Treasury, London. (https://assets.publishing.service.gov.uk/government/uploads/system/uploads/attachment_data/file/962785/The_Economics_of_Biodiversity_The_Dasgupta_Review_Full_Report.pdf)

El “informe Dasgupta” es una revisión global e independiente (no financiada por ninguna entidad de interés privado- sobre la economía de la biodiversidad, dirigida por Partha Dasgupta (profesor emérito de la Universidad de Cambridge). La revisión fue encargada en 2019 por el Tesoro Real británico, y ha contado con el apoyo de un grupo asesor proveniente de las políticas públicas, la ciencia, la economía, las finanzas y las empresas.

Este informe urge, una vez más, a adoptar cambios en la forma de pensar, actuar y medir el éxito económico para proteger el mundo natural y mejorar nuestras posibilidades de vida próspera. Sienta sus bases en un profundo conocimiento de los procesos ecosistémicos y de aquellos de sus procesos son afectados por la actividad económica. El marco conceptual presentado por el informe infiere de todo ello cómo debemos tener en cuenta el mundo natural en la toma de decisiones políticas y económicas.

Por su parte, Guillermo Prudencio escribe en ElDiario, uno de los pocos diarios independientes, es decir, que no dependen de los poderes económicos (https://www.eldiario.es/ballenablanca/biodiversidad/informe-stern-biodiversidad-destruccion-naturaleza-supone-enorme-riesgo-economia_1_ 7212824.html):

“»Porque la biosfera tiene límites, la economía global tiene límites». De esta forma sitúa el reciente y monumental estudio económico que alerta de los «riesgos extremos» que supone para la humanidad continuar destruyendo la naturaleza al ritmo actual. El documento, encargado por el Ministerio de Finanzas del Reino Unido al economista de la Universidad de Cambridge Partha Dasgupta, dispara a la línea de flotación del sistema económico vigente, al cuestionar la «asunción» de que es posible lograr un crecimiento económico ilimitado a pesar de un planeta finito.

Este nuevo informe sobre la «economía de la biodiversidad» recuerda por su ambición al Informe Stern de 2006, el primer estudio, realizado por el economista Nicholas Stern, en el que se ponía cifras al impacto económico del cambio climático. Pero va un paso más allá de este, al proponer un cambio de paradigma en la forma de evaluar la riqueza y el bienestar humanos. «La economía de la biodiversidad es la economía de toda la biosfera. No somos ajenos a la naturaleza, somos parte de ella», escribe su autor.

«El Informe Dasgupta pone por fin la biodiversidad en el centro de la economía y nos ofrece la brújula que necesitamos con urgencia», dice el naturalista David Attenborough en el prólogo del estudio, que plantea cambios profundos en todos los ámbitos: la producción, el consumo, las finanzas, las instituciones globales, la educación…

Es vital cambiar el rumbo, pues el método de la economía global para lograr «lo que se celebra rutinariamente como crecimiento económico» ha sido destruir los ecosistemas que hacen posible nuestra existencia», afirma el informe.

Según los datos que recoge este economista de la Universidad de Cambridge, entre 1992 y 2014 el «capital producido» per cápita (carreteras, edificios o fábricas) se duplicó, y el «capital humano» (la educación o la salud) aumentó alrededor de un 13% globalmente. Sin embargo, el «capital natural» per cápita, que mide todos los bienes y servicios que ofrece la naturaleza, se redujo un 40% en el mismo periodo.

Las alertas sobre el dramático declive de la vida salvaje no son nuevas, diversos estudios científicos le han puesto cifras. Se calcula que un millón de especies están amenazadas de extinción, según la exhaustiva revisión elaborada en 2018 por IPBES. La tasa actual de extinción de especies es entre 100 y 1.000 veces mayor que el ritmo medio en las últimas decenas de millones de años.

Pero el nuevo informe explica que al empujar al límite la biodiversidad entramos en terreno desconocido para la especie humana. Muchos ecosistemas como arrecifes de coral o bosques tropicales, alerta Dasgupta, han sido degradados de manera irreversible o están a punto de traspasar «puntos de inflexión», umbrales de no retorno. «Esto podría tener consecuencias catastróficas para nuestras economías y nuestro bienestar».

«El Informe Dasgupta muestra que estamos tomando de la Tierra mucho más de lo que puede soportar, que la estamos agotando rápidamente, y que pagaremos el precio», comenta Nicholas Stern, el autor del famoso informe sobre la economía del cambio climático.

El estudio de Dasgupta apunta a los Gobiernos mundiales, que han avivado el fuego «al pagar más a la gente por explotar la naturaleza que por protegerla». Según una estimación conservadora, las ayudas públicas que dañan el medio ambiente ascienden a entre cuatro y seis billones de dólares anuales: estos «subsidios perversos» financian desde la agricultura contaminante o las macrogranjas industriales a los combustibles fósiles y la sobrepesca.

Aunque no descarta el rol de la tecnología a la hora de reducir la huella ecológica, el economista echa un jarro de agua fría sobre quienes creen que la tecnología o la audacia humana, por sí mismas, nos sacarán de esta encrucijada. «Los patrones de consumo y producción deberán ser reestructurados de raíz», escribe.

El economista, indio de nacimiento, no reparte responsabilidades por igual. «La alimentación, el saneamiento y la eliminación de la pobreza extrema podría alcanzarse para todas las personas sin superar los límites del planeta», dice Dasgupta. Pero no hay suficientes recursos para que toda la humanidad disfrute, de manera sostenible, del estilo de vida de los países ricos.

 «Elegir un camino sostenible requerirá un cambio transformador, respaldado por niveles de ambición, coordinación y voluntad política similares o incluso mayores que las del Plan Marshall», afirma Dasgupta sobre el nivel del desafío.

Uno de los elementos que urge cambiar es la medición del éxito económico. El economista pide superar el concepto de Producto Interior Bruto, «que nos estimula a perseguir un crecimiento y desarrollo económico insostenible»: podemos incrementar el PIB dejando un planeta devastado a quienes vienen detrás. Propone en cambio abrazar la idea de «riqueza inclusiva»: una medida en la que se incluyan los bienes naturales, cuyo crecimiento se corresponde con el bienestar de las futuras generaciones, y que asuma los límites ecológicos del planeta.

El estudio pide también «inversiones masivas y a gran escala» en las llamadas «soluciones basadas en la naturaleza», y sugiere que se utilicen los paquetes de ayudas y estímulos fiscales para la recuperación económica de los estragos de la pandemia. «Estas inversiones nos ayudarían a afrontar la pérdida de biodiversidad y contribuirían significativamente a la mitigación y adaptación al cambio climático, sin mencionar beneficios económicos más amplios, como crear empleos».

Esta obra capital para entender la «economía de la biodiversidad» ha sido aplaudida por multitud de líderes políticos y empresariales, conservacionistas y economistas. «Ofrece, por primera vez, un marco de trabajo para las difíciles discusiones globales que debemos mantener sobre cómo restaurar la sostenibilidad, no solo en el clima sino en todas las dimensiones del medio ambiente», ha dicho el Premio Nobel de Economía Joseph Stigli.”

Conservación proactiva

Conservación proactiva para prevenir la pérdida de hábitat debida a la expansión de la agricultura.

Williams, D. R., Clark, M., Buchanan, G. M., Ficetola, G. F., Rondinini, C., & Tilman, D. (2020). Proactive conservation to prevent habitat losses to agricultural expansion. Nature Sustainability, 2020: 1-9. https://doi.org/10.1038/s41893-020-00656-5

«Es probable que la pérdida prevista de millones de kilómetros cuadrados de ecosistemas naturales para satisfacer la futura demanda de alimentos, piensos, fibras y cultivos para la obtención de bioenergía intensifique enormemente las amenazas a la biodiversidad. La reducción de estas amenazas requiere de un conocimiento detallado de cómo y dónde es probable que se manifiesten de manera más grave. Hemos desarrollado un modelo geográfico de la previsible futura alteración de tierras agrícolas basado en los cambios históricos observados, y hemos combinado los resultados con las preferencias de hábitat específicas para 19.859 especies de vertebrados terrestres. Proyectamos que el 87,7% de estas especies perderá su hábitat por la expansión agrícola para 2050, y que 1.280 especies perderán ≥25% de su hábitat. Las políticas proactivas dirigidas a cómo, dónde y qué alimentos se producen podrían reducir estas amenazas, usando una combinación de enfoques que podrían prevenir casi todas estas pérdidas y contribuir a una dieta humana más saludable. Dado que los objetivos internacionales en materia de diversidad biológica se actualizarán en 2021, estos resultados ponen de relieve la importancia de los esfuerzos proactivos para salvaguardar la diversidad biológica mediante la reducción de la demanda de tierras agrícolas.»

Declive de insectos y exageraciones contraproducentes

Esta entrada trata sobre el declive de los insectos, y sobre la necesidad de no exagerar (por parte de entomólogos y de divulgadores) para no dejarse llevar por el tan extendido amarillismo, que a la postre es contraproducente.

De acuerdo con Manu Saunders, que revisa la cuestión críticamente, sin dejarse confundir por las apariencias, «en los últimos meses se han publicado algunas síntesis interesantes de datos sobre [tendencias poblacionales] a largo plazo de insectos. Estos estudios de síntesis intentan dar respuesta al gran interrogante planteado por la reciente narración sobre el apocalipsis de los insectos» [que han desatado, sobre todo, Sánchez-Bayo, F. y Wyckhuys, K. A. (2019). Worldwide decline of the entomofauna: A review of its drivers. Biological Conservation, 232: 8-27].

Según Saunders, «el impacto que un único estudio que recibe una atención desmesurada puede tener en la dirección del avance de la ciencia es insospechado. El artículo sobre el declive masivo de insectos que inició este proceso [de revisión] tuvo defectos fundamentales que ahora están cada vez mejor documentados, aunque,  lamentablemente, [el artículo original] todavía se cita ampliamente en la literatura científica y en los medios de comunicación populares como supuesta evidencia del declive. Se podría argumentar que, [como aspecto positivo,] hizo que los ciudadanos se pusieran a hablar de un tema importante del que ya existían algunas evidencias desde hacía décadas.

Pero, ¿a qué costo? Sus efectos a largo plazo sobre la divulgación científica y sobre los esfuerzos de los científicos [por guardar el debido rigor] son muy preocupantes, algo que señalamos en nuestro análisis publicado a principios de este año [véase Saunders, M. E., Janes, J. K., & O’Hanlon, J. C. (2020). Moving on from the insect apocalypse narrative: engaging with evidence-based insect conservation. BioScience, 70(1), 80-89].»

Para entender bien el asunto, debe consultarse este último texto citado y escudriñar en sus referencias; puede encontrarse en https://ecologyisnotadirtyword.com/2020/08/13/insect-declines-apocalypse-now-to-great-expectations/

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15-08-2020. Se acaba de publicar este otro artículo: https://www.nature.com/articles/s41559-020-1269-4.epdf (1). Va en la misma línea que el argumento defendido por Saunders, y hace pensar que si bien se han documentado declives evidentes para especies concretas en lugares concretos, como por ejemplo para mariposas en Europa (2) o también globalmente para polillas (3), en términos netos los declives que afectan a algunas especies y poblaciones se compensan con incrementos en otras (por ejemplo, 4).

  1. Crossley, M. S., Meier, A. R., Baldwin, E. M., Berry, L. L., Crenshaw, L. C., Hartman, G. L., … & Snyder, W. E. (2020). No net insect abundance and diversity declines across US Long Term Ecological Research sites. Nature Ecology & Evolution4 (10): 1368-1376.
  2. Van Swaay, C. A., Dennis, E. B., Schmucki, R., Sevilleja, C. G., Balalaikins, M., Botham, M., … & Chambers, P. (2019). The EU Butterfly Indicator for Grassland species: 1990-2017: Technical Report. Butterfly Conservation Europe & ABLE/eBMS. www. butterfly-monitoring. net.
  3. Dar, A. A. & Jamal, K. (2020). The decline of moths globally: a review of possible causes. Munis Entomology & Zoology, 16 (1): 310-319.
  4. van Klink, R., Bowler, D. E., Gongalsky, K. B., Swengel, A. B., Gentile, A., & Chase, J. M. (2020). Meta-analysis reveals declines in terrestrial but increases in freshwater insect abundances. Science368 (6489): 417-420.

Consecuencias de la extinción de los grandes animales marinos actuales

¿Que consecuencias puede tener para nosotros y para el mar la extinción de los grandes animales marinos actuales?

Diversidad funcional de la megafauna marina en el Antropoceno

C. Pimiento, F. Leprieur, D. Silvestro, J. S. Lefcheck, C. Albouy, D. B. Rasher, M. Davis, J.-C. Svenning y J. N. Griffin, 2020. Science Advances, 6 (16): eaay7650.
DOI: 10.1126/sciadv.aay7650

Resumen:
«La megafauna marina, los animales más grandes de los océanos, cumple funciones clave en la dinámica de los ecosistemas marinos. Sin embargo, un tercio de estos animales está en riesgo de extinción inminente. Para comprender mejor las consecuencias potenciales de la pérdida de megafauna marina, cuantificamos su actual diversidad funcional, predecimos los cambios futuros bajo diferentes situaciones de extinción e introducimos una nueva forma de medir [especie funcionalmente única, especializada y en peligro (FUSE)] que identifica las especies amenazadas de particular importancia para la diversidad funcional. Las posibilidades de extinción simuladas prevén disminuciones marcadas en la riqueza funcional si se mantienen las actuales trayectorias durante el próximo siglo (11% a nivel mundial; hasta el 24% a nivel regional), con reducciones más marcadas (48% a nivel mundial; hasta el 70% en los polos) más allá de las expectativas aleatorias si todas las especies amenazadas se extinguen finalmente. Entre los grupos de megafauna, los tiburones sufrirán una pérdida desproporcionada de riqueza funcional. Identificamos las principales especies FUSE y sugerimos un enfoque nuevo en la gestión de estas especies para preservar las funciones del ecosistema proporcionadas por la megafauna marina.»

 

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Restauración ecológica: no tan fácil como parece

La restauración a largo plazo de la complejidad de los ecosistemas

David Moreno-Mateos, Antton Alberdi, Elly Morriën, Wim H. van der Putten, Asun Rodríguez-Uña y Daniel Montoya

(https://www.nature.com/articles/s41559-020-1154-1.epdf)

«En todo el mundo están surgiendo múltiples estrategias de restauración a gran escala para contrarrestar la degradación de los ecosistemas y la pérdida de biodiversidad. Sin embargo, la restauración a menudo sigue siendo insuficiente para contrarrestar esa pérdida. Para hacer frente a este desafío, proponemos centrar la ciencia de la restauración en el reensamblaje a largo plazo (de siglos a milenios) de la complejidad de los ecosistemas degradados, integrando la red de interacciones y los enfoques del potencial evolutivo. Este enfoque proporciona una visión de las respuestas eco-evolutivas que determinan la estructura, el funcionamiento y la estabilidad de los ecosistemas en recuperación. Las respuestas ecoevolutivas pueden ayudar a comprender los cambios en el potencial de adaptación, después de la perturbación, de las especies del núcleo de la metacomunidad con funciones estructurales y funcionales básicas para su utilización en la restauración. Esos cambios pueden estudiarse combinando un enfoque de genómica de la restauración, basado en la secuenciación de todo el genoma, con sustituciones espacio-temporales replicadas que vinculen los cambios en la variación genética a funciones o rasgos pertinentes para el establecimiento de comunidades con capacidad de recuperación evolutiva. Este enfoque puede sentar las bases de conocimientos para futuros instrumentos que aceleren la restauración de ecosistemas capaces de adaptarse a los cambios mundiales en curso.»

No parece fácil. Es un reto enorme. Veremos hasta dónde se puede llegar.

La próxima pandemia: máxima alerta frente al productivismo desbocado

«¿Cuál será la próxima pandemia? ¿Una bacteria resistente a todos los antibióticos procedente, por ejemplo, de una macrogranja española? España, tercer exportador de carne de porcino del mundo, donde se sacrifican cada año 50 millones de cerdos y el mayor consumidor de antibióticos para el ganado de la UE, tiene muchas papeletas para volver a poner su nombre a una pandemia.»

Se cuenta en https://contadashabas.wordpress.com/2020/04/02/la-proxima-pandemia/

Dicho sea de paso, este productivismo suicida y ambientalmente desastroso está siendo posible en Castilla-La Mancha gracias al soporte del gobierno autonómico, que lo promueve. Resulta llamativo. por extremadamente cínico, el mensaje en pro de la defensa ambiental y de la sostenibilidad que se quiere lanzar desde el mismo gobierno. Indáguese en la blogosfera, y se verá lo que estoy diciendo.

 

Pandemia y crisis ambiental

La relación entre las catástrofes naturales, como la actual pandemia Covid-19, y la degradación ambiental, está bien documentada. Copio el artículo de opinión de Pedro Jordano, un ecólogo que es una referencia obligada en el panorama español.

Las puertas de la pandemia

(https://www.elmundo.es/opinion/2020/04/16/5e959adcfdddff91ad8b45ad.html)

PEDRO JORDANO

Pedro Jordano es profesor de investigación del CSIC en la Estación Biológica de Doñana y profesor asociado de la Universidad de Sevilla. Actúa como secretario del jurado del Premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento en Ecología y Biología de la Conservación.

«El virus SARS-Cov-2 y su efecto principal, la pandemia de Covid-19, no tiene precedentes en su acción -es nuevo para la ciencia, al igual que lo fue el SARS-Cov de 2003-, pero sí en su forma de expansión y en su dinámica de infección. Muestra analogías con otras pandemias que ha sufrido la humanidad, especialmente en los últimos 50 años. ¿Cuál es su origen último?

La mayor parte de las pandemias tienen origen zoonótico: virus (u otros microorganismos como bacterias, protozoos, etc.) que normalmente se hospedan en animales saltan a humanos en ciertas condiciones. Causan las llamadas enfermedades zoonóticas, o zoonosis. Entre ellas están VIH/sida, gripe H1N1, gripe aviar, Lyme, rabia, Zika, West Nile, malaria, Hantavirus, ébola, etc. Normalmente no hay efectos negativos en la especie hospedadora que aloja a los virus en condiciones naturales, pero al pasar a humanos sí puede iniciar patologías. Es lo que se conoce como spillover, la excedencia del virus a nuevos hospedadores, humanos en este caso. ¿Cuándo acontece?

No hay muchas especies de vertebrados que sean hospedadores de virus potencialmente zoonóticos. Pero realmente no lo sabemos con certeza, porque desconocemos la biodiversidad de los virus en la naturaleza, al igual que desconocemos cuántas especies de seres vivos hay en el planeta. Estimamos que conocemos sólo un 1% de los virus existentes; y que seis de cada diez de nuestras enfermedades infecciosas (no sólo por virus) tienen origen zoonótico. Ahora bien, se estima que sólo un 0,1% de todos los virus con potencial patogénico para humanos han pasado ya realmente de animales al hombre. O sea, no cabe duda de que tendremos más pandemias causadas por nuevos virus. Por el momento, son unas 220 especies de virus (los virus son mejor definidos como cuasi-especies, grupos complejos de genomas no-idénticos) las registradas como patogénicas en humanos.

En 2013, S.J. Anthony y otros investigadores de la alianza EcoHealth buscaron sistemáticamente todos los virus hospedados por una única especie: el zorro volador índico, el gran murciélago que es portador del virus Nipah, causante de varias pandemias desde 1999; de 55 virus diferentes encontrados, 50 eran nuevos para la ciencia y 10 de ellos del mismo grupo que el Nipah, pero desconocemos su efecto en humanos. Si esa fuese una diversidad típica de virus hospedados por cada una de las casi 5.500 especies de mamíferos, una estimación conservadora (y muy probablemente errónea) de la diversidad de virus en estos vertebrados sería 320.000 especies, y no menos de 3,2 millones si nos atrevemos sólo a extrapolar a las algo más de 62.000 especies de vertebrados conocidas.

Buscan identificar nuevas enfermedades infecciosas emergentes que podrían convertirse en una amenaza para la salud humana

Un catálogo de la biodiversidad de virus sería útil por su interés médico y para aplicaciones en veterinaria y sanidad animal y vegetal. Pero en la lista más actualizada de la Comisión Internacional para la Taxonomía de los Virus, encontramos enlistadas sólo 5.520 especies; aún nos falta mucho por conocer de la biodiversidad vírica. Los virus juegan un papel fundamental en el equilibrio de muchos ecosistemas, pero no tenemos una lista de virus potencialmente infecciosos para humanos simplemente porque aún no hemos prospectado bien su biodiversidad natural. No obstante, hay esfuerzos recientes en esa dirección. Por ejemplo, la Agencia de EEUU para el Desarrollo Internacional (USAID) estableció su programa de Amenazas Emergentes Pandémicas (EPT) en un esfuerzo para identificar y responder a nuevas enfermedades zoonóticas antes de que se propaguen a los humanos. En su subprograma PREDICT, que lleva operativo ocho años en 30 países, buscan identificar nuevas enfermedades infecciosas emergentes que podrían convertirse en una amenaza para la salud humana.

Los científicos de PREDICT ubican su investigación en puntos críticos geográficos y se centran en la vida silvestre que es más probable que transmita enfermedades zoonóticas: murciélagos, roedores, aves, y primates no humanos. PREDICT estima que existen aproximadamente 1,6 millones de especies víricas sólo en aves y mamíferos, de las cuales unas 700.000 podrían tener potencial zoonótico. Por su parte, siguiendo esta línea, el Global Virome Project va a emplear diez años para detectar la mayoría de amenazas víricas no conocidas de la humanidad, un objetivo factible técnicamente si se disponen recursos para ello.

La información que tenemos sobre reservorios potenciales de virus patogénicos es muy limitada pero señala repetidamente a varios grupos: primates, murciélagos, pangolines, y varios grupos de aves. El caso de los pangolines es llamativo: de las ocho especies existentes en África y en Asia, cuatro están en peligro crítico de extinción y el resto, vulnerables o amenazadas. Son cazadas y comercializadas pese a la regulación y prohibición de su comercio en numerosos países, habiéndose cazado más de un millón de individuos en los últimos diez años; son la especie más comercializada ilegalmente en el mundo. En ellas se han encontrado recientemente los coronavirus más similares al SARS-Cov-2. Pero, cuidado, la fauna no es el problema. La verdadera raíz del problema es el modo perverso en que nos conectamos con estos animales: llevados al exterminio por el consumo de su carne y la superstición de que sus escamas de queratina (la proteína que forma nuestras uñas) tienen un valor curativo según la medicina tradicional china. Muy a pesar de que varios tratados de medicina china tradicional, de los años 652, y posteriormente en 1518, recomendasen no usar bajo ningún concepto esta especie. Tanto China como otros muchos países precisamos un mejor control de los canales de suministro y demanda de animales silvestres, tanto para su comercio, consumo, o su tenencia como mascotas.

Algunos virus son viejos enemigos nuestros. Los rinovirus resfriaron a los antiguos egipcios, y los retrovirus endógenos invadieron los genomas de nuestros ancestros primates hace decenas de millones de años. Otros virus son más jóvenes. El VIH, por ejemplo, se convirtió en un virus humano hace aproximadamente un siglo. Y otros apenas comienzan a afectarnos, desencadenando brotes y temores de nuevas plagas mundiales. Si cerramos puertas a esta excedencia o derrame desde los reservorios naturales, no ocurrirían estos trasvases de enfermedades. Pero hemos abierto muchas veces esas puertas. Una vez abiertas, con más de 7.500 millones de personas en la Tierra, con una movilidad capaz de conectar los rincones más recónditos en pocas horas, las condiciones para el trasvase de patologías están garantizadas. La humanización de hábitats naturales, la deforestación, el comercio y tráfico de animales silvestres para consumo humano sin regulación, la sobreexplotación ganadera de áreas silvestres, y otras muchas acciones crean condiciones ideales de contacto para que se abran estas puertas a las zoonosis.

Una pandemia grave, global, no debería ser el incentivo que precisen los gobiernos y los políticos para actuar; es necesaria una actitud proactiva frente a las enfermedades emergentes. Deberíamos estar mejor preparados, conociendo mejor nuestro planeta a través de la ciencia para detectar a tiempo los puntos calientes donde puedan abrirse esas puertas siniestras de la enfermedad. Entre tanto, prohibir tajantemente el comercio, tráfico, caza y venta de animales silvestres no sólo para alimento, también como mascotas. El problema no es que estos animales sean portadores: no podemos matarlos a todos para evitar el contagio; simplemente, dejémosles tranquilos, protegidos con una legislación que sea efectiva. Los datos y la historia nos dicen claramente que se han abierto repetidamente estas puertas como consecuencia del uso abusivo de los recursos naturales, de esa relación tóxica con el mundo natural que insistimos en mantener y que debemos revisar urgentemente si no queremos una humanidad abocada a pandemias.»

 

Crecimiento económico y biodiversidad: un binomio irreconciliable

Primero, a partir de la década de los 80 del siglo pasado, se fue larvando una crítica hacia el modelo de crecimiento económico indefinido, característico de la sociedad capitalista, que fue identificado por algunos (considerados en aquellos tiempos marginales y extremistas por la mayoría) como el principal responsable de los factores que se reconocen como causas próximas de la crisis de extinción de la biodiversidad. El discurso sobre la catástrofe en ciernes y sus determinantes evolutivos, ecológicos, sociales y económicos se fue extendiendo más tarde no ya solo entre los biólogos de la conservación y los ecólogos, dada la irrefutabilidad de los hechos contrastados, sino también entre amplios sectores académicos y profesionales. Sin embargo, el decrecimiento económico sigue siendo tildado de utópico por muchos, entre ellos algunos científicos de mucho renombre. Otero y colaboradores son conocidos representantes de la escuela que postula lo contrario. Sus tesis acabarán imponiéndose, es de imaginar.

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Iago Otero, Katharine N. Farrell, Salvador Pueyo,  Giorgos Kallis, Laura Kehoe, Helmut Haberl, Christoph Plutzar, Peter Hobson, Jaime García‐Márquez, Beatriz Rodríguez‐Labajos,  Jean‐Louis Martin, Karl‐Heinz Erb, Stefan Schindler, Jonas Nielsen, Teuta Skorin, Josef Settele, Franz Essl, Erik Gómez‐Baggethun, Lluís Brotons, Wolfgang Rabitsch, François Schneider & Guy Pe’er (2020) Biodiversity policy beyond economic growth. Conservation Letters, e12713.

https://doi.org/10.1111/conl.12713

Resumen del artículo:

«Cada vez hay más pruebas – sintetizadas en este documento – que demuestran que el crecimiento económico contribuye a la pérdida de la biodiversidad a través de un mayor consumo de recursos y un aumento de las emisiones. No obstante, un examen de las políticas internacionales sobre biodiversidad y sostenibilidad muestra que la mayoría defiende el crecimiento económico. Dado que las mejoras en la eficiencia del uso de los recursos no han permitido hasta ahora reducciones mundiales absolutas en el uso de los recursos y la contaminación, cuestionamos el apoyo al crecimiento económico en estas políticas, en las que no se presta suficiente atención a la cuestión de cómo se puede disociar el crecimiento de la pérdida de biodiversidad. Basándonos en la literatura sobre alternativas al crecimiento económico, exploramos esta contradicción y sugerimos formas de avanzar para detener el declive de la biodiversidad mundial. Entre ellas figuran propuestas de políticas para ir más allá del paradigma de crecimiento y, al mismo tiempo, aumentar la prosperidad general, que pueden aplicarse combinando la gobernabilidad descendente y ascendente en todas las escalas. Por último, llamamos la atención de los investigadores y los encargados de formular políticas sobre dos medidas inmediatas: reconocer el conflicto entre el crecimiento económico y la conservación de la biodiversidad en las políticas futuras y explorar las trayectorias socioeconómicas más allá del crecimiento económico en la próxima generación de supuestos de biodiversidad.»